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UNA CIERTA VISIÓN DE LA PREHISTORIA[*]

Por José Juárez

 

Todo estudio relacionado con el arte rupestre es una empresa incierta, debido a que se carece de suficiente información precisa sobre su edad y sus fines. Sólo se sabe su aproximación y la fecha de algunas obras analizadas con el sistema del "Carbono 14”.

No es posible, además, desarrollar, en unos cuantos párrafos, un tema tan basto como el de la pintura prehistórica y enumerar sus características. Sin embargo, el objeto del presente artículo no es hacer una exposición detallada de todo lo concerniente a este tema, sino intentar demostrar que en nada ha superado el hombre moderno al hombre de la prehistoria en materia plástico-pictórica.  Con este fin, confrontaremos el arte moderno y contemporáneo con el arte del Paleolítico Superior. Sin descartar la posibilidad de remarcar la similitud entre algunas de ellas, como una simple convergencia de expresión.

[*] Quiero agradecer infinitamente al Sr. Felipe Méndez de la Torre, jefe de relaciones públicas de Altamira, por haberme facilitado los medios necesarios para el estudio de éstas pinturas, así como al director del Museo de Prehistoria de Santander, Dr. Miguel Angel García Guinea, por sus comentarios personales sobre éste trabajo.

LAS CARACTERÍSTICAS

Los ejemplos de pinturas y grabados rupestres que pueden ser comparados con obras de nuestro tiempo es posible encontrarlas en diversos sitios del mundo, pertenecientes también, a diferentes épocas. Y de su confrontación concluimos que hay similitud no sólo en la forma, color, ritmo, composición y estilización, sino también en la técnica, principalmente en el muralismo y en el uso de los materiales.

Pero antes de seguir adelante, con la confrontación del arte primitivo —arte rupestre— con el arte moderno y contemporáneo, considero conveniente señalar algunas características del primero.

Sabemos que las más antiguas manifestaciones del arte pictórico son las imágenes rupestre, pinturas, petroglifos[1], grabados en las rocas, que han subsistido a causa de su emplazamiento poco accesible o por haberse cerrado, casi por completo, las entradas de las grutas que las abrigaban. Los restos que se conservan de la civilización Paleolítica, contemporánea del último periodo glacial, datan de  diez mil a treinta mil años AC., y se encuentran dispersos en diferentes regiones geográficas de los cinco Continentes.

Existen pinturas rupestres en América, Australia, Nueva Guinea y la India, pero las más conocidas e importantes por su dimensión se localizan en Europa y África. Estas últimas se extienden irregularmente, desde Europa Occidental hasta el Cabo de Buena Esperanza; las que denotan mayor riqueza plástica están en pequeñas áreas en el Suroeste de Francia y Norte y Este de España.

Los hombres de aquellos tiempos fueron cazadores y pastores, por tal motivo aparecen representados junto a renos, caballos, vacas, mamuts, bisontes, etc. Las figuras de animales son de tamaño natural en Altamira, al Norte de España y alcanzan dimensiones hasta de cinco metros en Lascaux, al Sur de Francia.

Puede asegurarse que el autor de las pinturas rupestres fue un verdadero artista, que recibió una preparación previa del dibujo, de la pintura y de las aplicaciones de la técnica de los materiales.

En la mayoría de las cuevas, también se encuentran dibujos inconclusos de pequeñas dimensiones que son, sin duda alguna, ejecuciones de algún principiante o alumno. Por ejemplo, los dibujos a línea de las cuevas de Altamira y los petroglifos en las grutas de Combarelles, Francia. Esto permite reforzar mi teoría, de que estas obras de arte no fueron ejecutadas por personas sin preparación artística. No obstante, algunos autores consideran casi imposible que el hombre de la prehistoria haya creado una obra tan original y al mismo tiempo tan universal, manifestando un notable progreso espiritual e intelectual, que dio origen al inicio del arte, en una esfera que no fue la de una “revolución estética” de nuestro tiempo.

 

[1] La palabra proviene de los términos griegos petros (piedra) y glyphein (tallar).

Otros investigadores afirman que dichas pinturas fueron realizadas por simples cazadores para obtener “éxito”[2]. En Altamira y en y en la sala de los toros de Lascaux (Francia), se nota que la ejecución de las pinturas obedeció a fines religiosos —mágicos— o únicamente a razones artísticas, pero jamás a deseos para obtener éxito en la cacería, ya que no muestra escenas de caza, ni flechas o lanzas clavadas en dichos toros, salvo contadas excepciones, como sucede en Castellón, España y en la India Central.

Tambien se puede considerar que el color es una aportación del “artista” de la prehistoria. Sorfles dice: el color es el señor que domina la pintura, y es lógico que desde los tiempos más remotos se hayan tejido en torno al color y sus misterios, leyes, leyendas, prejuicios, consejos y normas.[3]

En la pintura, el hombre de las cavernas supo integrar la habilidad en la ejecución y símbolos vigentes hasta nuestros días; esto nos prueba que tales obras fueron producto de una actividad intelectual y no de la casualidad o de fines ajenos a la necesidad de expresar un sentimiento artístico. Delacoix en “Le langage et la pensé”, afirma: la imagen es ya visión intelectual y presenta pre-elaborados, por lo que la imagen no sería el objeto de una suma percepción, sino el resultado de la actividad del pensamiento[4].

 

[2] Para el hombre de la prehistoria “éxito” significa suerte en la caza; y para que un cazador sea afortunado, debe encontrar abundantes animales y matar cuantos desee. Brodrick, H. A. La pintura prehistórica. F.C. E. México. 1950. p. 9.

[3] Sorfles, G. El devenir de las artes. F.C.E. México. 1963. p. 88

[4] Sorfles G.  Delacoix Eugène. F.C. E. México. 1963. op.cit. p.280.

LA CONFRONTACIÓN

Después de esta breve reseña de las principales características del arte rupestre, citaremos algunos ejemplos de las obras recientes comparables a las ejecutadas por el hombre de aquellos tiempos. En las pinturas de  Altamira, éste utilizó las protuberancias  de —las rocas—las paredes de la cueva —dolomitas— para dar volumen a sus figuras. Es decir, fueron descubriendo en la rugosa superficie de las cuevas formas que les sugirieran la forma aproximada de la anatomía de los  animales; es lógico que que con la constante observación hayan percibido formas que dieron origen a sus ideas. Esta misma concepción es utilizada por algunos pintores modernos, quienes deslizan su lápiz u objeto de trazo —garabateando— sin una forma preconcebida , este sistema de juego le permite o sugiere la esencia de algo más concreto: la idea, que posteriormente materializa con la técnica deseada. De aquí la discutida tesis: ¿Qué es primero, la forma o la idea?

Juárez, José. Jardin des arts, Núm., 196, París, Francia marzo 1971.

Marroquí ensillando un caballo, 1855, obra de Eugène Delacroix, en la que se ve la línea del borde de la figura humana y la del caballo. Se le dio el nombre de “arabesco” a la línea que delimita el dibujo y porque fue notorio en obras con escenas árabes.

Todo artista trabaja en un estado de juego, con una inspiración  y sin control de medios; descansa sobre un campo de expresión vaga. Es decir, el artista se encuentra en un estado de inspiración pasiva y un poco sonámbulo, pero al fijar sus ideas realiza la creación ya antes percibida, dentro de su imaginante, en si mismo.

 

En este mismo estado el artista de la prehistoria creó sus más geniales obras, resultado no sólo de la observación, sinó de la vivencia de su mundo y del contacto directo con la naturaleza de su entorno, razón por la que estudió y conoció a la perfección la anatomías y los movimientos de los animales.

Por otra parte, utilizó el arabesco[5] para dar mayor realce a la forma, delimitando los cuerpos de los animales o figuras con una línea negra, esta línea forma parte del dibujo que no se cubrió al ser aplicado el color, para dar mayor expresión a la obra.

Como ellos, Delacroix, Daumier, Toulouse Lautrec, Braque, Miró, Matisse, Picasso, etc., hicieron uso del arabesco.

 

5. Delacoix E. 1924, citado por Sorfles, G. op.cit. p. 280.

En Altamira, mejor que en otros lugares, el artista aprovechó las salientes  naturales de la roca para dar volumen. El resultado de esta solución, lo encontramos en algunas obras de Diego Rivera, quien dio volumen a sus formas recubriendo éstas con piedras de colores llamadas tezontle —tobas—, empleadas en la alegoría para la compuerta del río Lerma y sigue el mismo procedimiento en el mural del estadio Olímpico de la UNAM, ambos en la CdMX.

Block de notas  de dibujos marroquí de Delacoix

Por su lado Siqueiros también, emplea el volumen en sus mosaicos de la torre de Ciudad Universitaria de México, técnica a la que él llama “esculto-pintura”.

La mayoría de las pinturas rupestres hechas en cavernas tienen la característica de la pintura al fresco, ya que el color ha quedado petrificado a través de los años, formando parte de la misma roca, como es el caso del procedimiento más tradicional de la pintura trabajada con la técnica al fresco. Si se toma en cuenta que el hombre primitivo, usó los pigmentos minerales o vegetales mezclándolos con la grasa de animal, se puede decir que se trata de un "fresco graso"[6]

 

Entre los pintores modernos universalmente conocidos, Picasso ha sido el más influenciado por las diferentes corrientes artísticas de donde ha partido. Es notable la gran similitud de sus tintas y grabados, con las pinturas de Lascaux, tanto por la síntesis de la forma, cuanto por la composición, el ritmo y el color. Otros ejemplos son: la variedad de figuras prehistóricas de Albacete, España, similares a sus múltiples tintas de tauromaquia y otros grabados. También los esgrafiados del "Muro de la Sordana" en el Colegio de Arquitectos de Barcelona, tienen puntos de comparación con la "Danza de los grillos reales" en África del Sur.

"Los animales seminaturalistas" de Almeida, España, se ven reproducidos en muchos de los símbolos usados por Miró, un ejemplo es "Pintura 1955", perteneciente a la colección Maeght, París.

La pintura titulada "Barrabás 1958" de Emil Schumacher, de la colección Stӓdtishe Kunstsammlungen, en Bochum, es semejante a la pintura rupestre "Hombre Corriendo" del desierto de Libia.

La obra "Les bas verts", colección de Mme. Duthuit-Matisse, pintada por Henrri Matisse, se puede comparar a la "Mujer dando de mamar a un niño", noroeste de Australia.

También Australia ofrece un buen ejemplo de la forma en que el hombre aborigen, dibuja y aplica su técnica, con rica plasticidad y gran variedad. En el noroeste encontramos la obra Kaluro, el llamado "Hombre iluminado", comparable a las obras de Rufino Tamayo. México.

Así, sería fácil seguir confrontando numerosas obras prehistóricas con obras de artistas modernos y contemporáneos, pero nos limitaremos a lo hasta ahora Citado, pues con ello basta para nuestro propósito. No con intenciones de menospreciar el trabajo y la forma de expresión de cada uno de los artistas comparados en este trabajo, sino como la continuidad de expresión artística del género humano. Trazando en su evolución una elipse y no encerrando en núcleos el progreso de cada civilización. El género humano jamás se ha truncado, sino sigue una línea constante.

[6] Ver características del fresco. Rudel, J. “Técnica de la pintura”. P.U.F. Paris, Francia. 1969. ps. 35-38.

CONCLUSIONES:

Sin embargo, nos inclinamos a pensar que el impulso que movió al hombre primitivo para crear sus obras fue su sensibilidad, una conciencia de querer expresar sus sentimientos, pureza de creación, unidad personal y única, necesidad intelectual del espíritu que nos sorprende aún en la época actual por no tratarse, como se dijo antes, de una "revolución estética" de nuestro tiempo. Creación que tiende a establecer definitivamente la prioridad de la pureza artística como la mejor forma de expresión.

Es importante destacar la diferencia de sociedades entre el arte rupestre y el de nuestro tiempo. Esta última responde a fines comerciales, Fischer nos dice, refiriéndose a una sociedad capitalista:  "En un mundo tal, el arte también, ha llegado a ser una mercancía y el artista un productor de mercancía[7]", producción de obras en serie como artículos de consumo, actividad sin interiorización espiritual. En tanto que la primera, expresó su sentimiento desligado de una necesidad económica. Por ello el profesor Jean Cassou afirma: "La sociedad de producción y de consumo es, forzosamente incapaz de poner el mínimo sentimiento vital atribuido a las obras del pasado [8]”.

[7] Fischer, E “La necessité de l’art. Edition Sociales. París. 1965. p.9.

[8] Cassou, Jean. “Art et contestation”. La Connaissance. Bruxelles. 1960. p. 9.

JOSE JUAREZ

París, junio de 1970.

Pintura Rupestre, Bisonte de Altamira en alto relieve, comparado con la esculto-pintura de Siqueiros en la torre de rectoría de C.U.

Pintura rupestre de Rhodesia, mujeres, comparada con las de André Marchand.

Pintura rupestre de Africa, hombres caminando, comparada con el hombre caminando de Alberto Giacometti.

Escultura Aficana, la Venus de la Prehistoria, comparada con el Quetzalcóatl del estadio Olímpico de C.U. de Diego Rivera.

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