

-ESCRITOR, ENSAYISTA Y PINTOR-
JOSÉ JUÁREZ
POESÍA
EL CANTO DE LAS SIRENAS


A MI ESPOSA ILEANA
¡¡TEQUILA!!
Por José Juárez
Calentura en las entrañas
buscando emerger;
canción mal entonada
enunciando versos, besos y locuras.
Orgasmos contraídos por la cordura,
saciados con mentiras,
Saliva corriendo entre mis pechos;
recuerdos de hechos no acontecidos
olvidados en el tiempo y la rutina.
alucinaciones vívidas
de rescoldos amorosos.
Todo… por un sorbo de tequila.
París diciembre 1967.
Por José Juárez
¡Sí! Fue en una catedral donde escuche tu voz de cenzontle.
¡Yo me pregunto!...
¿A caso los museos no son catedrales, que conservan las
maravillas del alma y del espíritu del hombre enamorado?
¡Sí, por supuesto!...
¡Ahí escuche tu voz, primera!…
Museo de las cosas bella, eres mi dios, parónimo de beldades a ti te pido clemencia, ¡oh!, corazón de oxidiana.
¡Así escuche tu voz cristalina, como el chasquido de tus lágrimas de magmas!..
Son gotas de cristal o piedra negra, que ruedan en las losetas crepusculares, gotas de lágrimas del corazón salpicadas, como cadenas hechas de sintagmas.
¡Ahí escuche tu voz, ¡oh!.., dulce la flor veraniega!…
Y ahí sentí quemarme con el calor de tus manos y el palpitar de tu cuerpo, estatua húmeda de perfumes que impregnan todos mis sentidos.
Confieso mis sentimientos cual ave sin nombre, cuando en silencio se detiene el palpitar del corazón por algunos segundos.
¡Amar, con las fuerzas de paramos desconocidos!
Y sin embargo, ahí escuche tu voz primera, ¿o acaso fueron sueño tardíos pero fecundos?
No permitas que de mi sueño sólo seas imagen de ángeles que deambulan, al despertar mi corazón se rompe en mil pedazos, cual cristales de Bacará o de Bohemia.
¡Ahí escuche tu voz que como acciones, por vez primera, se escucha tu voz proxémia!
Tus suaves actos van engarzando nuevas obras, que guardaras en cofres de metales silenciosos, para apreciar en silencio los recuerdos del pasado, del presente y del futuro deseado.
¡Ahí estaré esperando que tus palabras se vuelvan eco alado!
Como un nuevo Ulises, he soportado el cántico de las sirenas, y aquellas tentaciones escuchadas que se vuelvan murmullos impregnados de estrofas sepulcrales.
Zeus, te ruego que liberes mis oídos, del lejos torbellino de los cantos engañosos de sirenas, en mis noches de insomnio; os pido amparo angelical y alejarme del matinal libido.
¡Y sin embargo...!
¡Ahí estaré, esperando en silencio el deseo prohibido!
Escribir y si es posible o pintar con pinceladas invisibles tus lienzos imaginario aún vacío.
Imprimiendo tu voz por vez primera, para dar respuesta a aquellos cánticos de histeria, será ésta, la razón que nadie más conocerá su historia.
Por José Juárez
¡No sé por qué mi pluma cuando escribe suelta el llanto!
En cambio yo río, cuando te veo y canto,
gozo perturbado al tocar tus sentimientos.
Al no poder decir al viento cuanto te amo.
Ileana de mis sueños.
Sueño despierto y te amo dormido, a veces en silencio.
Sólo en mis desvelos nocturnos soy pedigueño.
Amo tu polifonía, pájaro de mil colores,
Tu discanto es la más aguda de las voces, amor mío.
No sé por qué, tu amor me trastorna con apasionada locura
No sé por qué, me enciende mi todo de esa manera,
Son pasiones suspendidas con hilos de seda en penumbra,
Marionetas amantes en mis sueños, cuando el sol se encubra.
Y ahí estarás por siempre; Ileana de mi vida: austera.
México. 11 de agosto 2013

ACAPULCO
Por José Juárez
¡Acá, ya no eres como antes!
Luz, sol, arena y agua verdiazul a raudales.
Vino Pulco, o pulcro mar de tus playas doradas
exaltar el placer trémulo y las libertades pretéritas.
Tu recuerdo viene a mí, y se arrulla en la enana noria;
mis recuerdos de infancia, donde se expande el paisaje sin gloria.
Ayer, aún no se perdía su fauna y sus verdeazules frondas
ni el candor de las costas serpentinas, que extendían sus enaguas blondas.
No era extraño bañarse en tus tibias aguas
y balancearse sobre las ancas de tus olas,
o mecerte en hamaca tejida con hilos multicolores,
por las manos de hombres pescadores.
Los sombreros de palma anchos se entrevén en tus manglares
Oficio de manos pescadoras, tejedoras de milagros,
recoger perlas blanquiazules de cuerpos magros,
que se zambullen en las profundidades de sus mares.