

-ESCRITOR, ENSAYISTA Y PINTOR-
JOSÉ JUÁREZ
Por José Juárez
Alguna vez me han preguntado si soy escritor, siempre he contestado: No, soy artista plástico, pero pensándolo bien reconozco que me he pasado la vida escribiendo, sobre muchos temas que conciernen mi vida y mi profesión. Pero al reflexionar sobre ello, también me doy cuenta, sin pretensión alguna, por lo que debo manifestar con toda “humildad” que soy un escritor autodidacta, con un don, un ingenio natural, y nato. Esta actividad es simplemente una necesidad: la de escribir, la de comunicar, la de contar o simplemente guardar para no olvidar aquello que me interesa, que me impresiona o que tiene interés para mí o para quien desee leer o tenga tiempo indispensable para echar una mirada curiosa a lo que quiero comunicar.
No obstante, creemos que escribir es el objetivo primordial de todo escritor. Por ello la actividad de escribir es simplemente una necesidad imperiosa; repito: para quien desea investigar, aprender o simplemente, echar una mirada curiosa a cualquier tipo de textos que representan ideas, palabras, etc. Yo los invito a viajar por el mundo de las representaciones, las imágenes, las sensaciones, las percepciones, y las imaginaciones, así como las ilusiones y los pensamientos, juicios, prejuicios, comprensión, conocimientos, conceptos, nociones, reflexiones, designios, arquetipos, o simplemente adquirir modelos de pensamientos y de vida creativa. En concreto: el cómo decir las cosas, componiendo frases correctas, con esquemas que contiene un conjunto de palabras que tiene sentido completo y autonomía sintáctica (sujeto y predicado), Esto es; ordenar las jerarquías de las palabras; así como se ordena la música dodecafónica, en la que debemos viajar: dejarse llevar por un viaje sin destino fijo, tomar la aventura del trayecto con una armonía. O sea, hay que organizar las nuevas posibilidades de la escritura, coherentemente como lo hace la música y enfocarla a las nuevas sensibilidades emergentes de la creatividad.
Respecto a la autoría sobre cualquier texto Michel Foucault[1] nos dice: el autor no es exactamente ni el propietario ni el responsable de sus textos; no es su producto ni su inventor. El autor es aquel al que podemos atribuirle lo que ha sido dicho o escrito. Pero la atribución —incluso cuando se trata de un autor conocido— es el resultado de operaciones criticas complejas y raramente justificadas. Y agrega es: La incertidumbre del <<opus>>. En todo caso y en cualquier lengua, los conceptos de lo correcto y de lo incorrecto son relativos porque si uno afirma que existe una sola manera de correcta de hablar —y, por ende, de escribir—, presupone que el idioma es inmutable y perfecto en su estado presente y en lugar donde vive. Pero la realidad es más compleja: en el caso del español (o castellano, que es lo mismo para efectos prácticos aunque no políticos) siempre ha habido variantes en su manera de hablarse y escribirse. Esto se debe a cuestiones regionales como temporales. Lo que es correcto hoy deja de serlo en otro tiempo y lugar. Es necesaria su evolución y cambio de esta manera se enriquecen los idiomas y se nutren.
Es probable que escribir es el propósito de todo escritor, para ser famoso, o para estar en boca de todos, a pesar de que muchos desean ser famosos, sin embargo, no todos quieren andar en boca de todos, ya que en la actualidad poco importa, a la mayoría nos basta con que alguien nos mire y hable de nosotros; bien o mal, pero que hable, lo grabe seria que nos ignoraran.
En todo caso cuando escribimos podemos retener por el momento o por mucho tiempo una idea o muchas cosas de los momentos interesantes o de acontecimientos que valen la pena conservar. O simplemente de anécdotas, por esa razón me he dedicado a escribir sobre estados imaginarios, muchos de los que han estado inspirados por los sueños, por aquellos fantasmas que me persiguen, esto es como una experiencia imaginaria que está más allá de la imponente belleza de la naturaleza, belleza que aparece como un índice supuestamente de trascendencia antropológica como lo son, —el sueño, la ebriedad y la sinrazón—. En todo caso el sueño es la anunciación del pensamiento del hombre; por eso al que escribe, al que lee, se le abre un universo indescriptible de imágenes, a el mismo se le abre un mundo maravilloso que le brinda espacios de la luz, de fuego, de agua y también de acción creadora; estos son los detalles y el bagaje del hombre pensante, de todos sus conocimientos toda su capacidad de ser y de existir. Para mí esto es la modulación luminosa de ese mundo de imágenes, de ideas, de esa sustancia maravillosa y comunicativa sobre el elemento de mi materialidad: la escritura.
En lo personal, desde mi infancia siempre fui consciente de lo que es comunicarse a través de la palabra y sobre todo a través de la escritura. De niño fui muy perezoso, nunca hablaba y mis padres preocupados, pensaban que no llegaría a hablar ni a caminar. El medico opinaba que solo era pereza o timidez. Por eso mis padres se preocupaban que fuera ser mudo, pero con el tiempo, mi experiencia me llevó a escribir antes que a hablar.
Pero esta situación, tengo entendido es bastante común que entre algunos niños el habla se desarrolla más despacio de lo habitual. A menos que también se observen retrasos en otras áreas del desarrollo inicial en mi niñez, y es por ello que mis padres buscaron ayuda profesional. En todo caso a mis padres les preocupaba que fuera disléxicos. Pero el médico familiar afirmaba que era normal que a los tres años no hablara; que no había manifestaciones de forma característica o dificultades para recitar el alfabeto, denominar letras, realizar rimas simples ni para analizar o clasificar los sonidos. Además, la lectura se caracteriza por las omisiones, sustituciones, distorsiones, inversiones o adicciones, así como la lentitud, vacilaciones, problemas de seguimiento visual y déficit en la comprensión. él aseguraba que era simplemente pereza tropical y distracción de la edad, los niños son como los invidentes que con los obstáculos y tropiezos van encontrando el camino.
Si hay algunas distorsiones en su escritura es un acto de creatividad, de búsqueda, aunque sea paradójico él quiere corre antes de caminar y si va a ser escritor, tendrá que estudiar, leer todas las mañanas un poco, como lo creía Stendhal. Pero en estos momentos no podemos aseverar nada, probablemente sea pintor y no escritor.
Por ahora haga como aquellos padres que justifican el retraso del habla de sus hijos diciéndose a sí mismos que "ya madurará" o que "a mi hijo le interesa más moverse que hablar". Pero como dice el proverbio mexicano: esto es harina de otro costal.
En concreto y en mi caso muy particular, cuando decidí hablar lo hice hasta los tres años, antes pronuncié únicamente dos palabras: mamá y comer. Con los años aprendí que para ser escritor hay que escribir, hay que aprender a escribir, hay que estudiar a fondo lo que hace estético a un texto; conocer meticulosamente el lenguaje para poder luego jugar con él, romper o seguir sus reglas: adquirir un método y un estilo.
Por solo algunos de los escritos que a continuación mostraremos, creo poder considerarme escritor. Después de revisar todos esos textos acumulados en mis archivos o en mis recuerdos, a todo lo largo de mi vida, es el momento en que me puedo aceptarme como tal; como un escritor. Sin embargo y a pesar del tiempo trascurrido, esto no deja de ser una carga moral demasiado pesada para cualquiera persona que intente considerarse escritor. ¡En todo caso, para mí, siempre fue una carga emocional escribir!... Por eso solo he publicado físicamente un solo libro[2].
Si yo alguna vez tuve la intención de escribir un libro para decir o comunicar algo en especial; estoy seguro que antes de hacerlo lo habría pensarlo dos veces; es muy probable que no hubiera tenido el coraje de hacerlo o de al menos intentarlo; aunque ganas no me habrían faltaron.
El hecho de ver tantos libros en la biblioteca del abuelo Max y más tarde en la mía, siempre me causo deseo y curiosidad, pero hacerlo también me impuso un gran respeto. ¡No creo que haya sido miedo!, más bien era una tentación de acariciar su textura, me atraía ese olor a papel nuevo, a la tinta y a los manguillos que se usaban en mi infancia. Recuerdo que volteaba la cabeza girando los 380 grados y esa enorme biblioteca se me venía encima catapulta; era como un fardo inalcanzable meterse tantas letras e ideas en la cabeza con todos esos libros que había en la biblioteca del abuelo Max, la que siempre me permitió hurgar después de la siesta vespertina.
En aquella habitación silenciosa muchas veces dedique parte de mi tiempo a leer en voz alta a la tía Sofía, los veinte tomos de la colección: “Tesoro de la juventud”, forrados con piel recién curtida, la que despedían un olor a cuero crudo de becerra virgen; esa habitación cubierta de piso a techo en la que se atiborraban libros, revistas y hasta periódicos, biblioteca de la cual hago mención en mi autobiografía, que pronto será publicada.
Debo decir, que yo aprendí y comencé a escribir y dibujar, sobre la arena húmeda de la playa Hornitos, mis primeras grafías, fueron signos sin ningún sentido, no era letras ni palabras escritas, eran simplemente garabatos; más bien signos icónicos. Creo que esa sea la razón por lo que creo haber escogido como mi verdadera vocación profesional: la pintura.
Considero, que esa necesidad nació, sin darme cuenta, primero por una confrontación del escritor con la sociedad; y por otra, porque remite al escritor, por una suerte de transferencia trágica con esa finalidad social, hasta alcanzar las fuentes instrumentales de la creación. En todo caso sé que mis intenciones mínimas de escribir han sido constantes, por razones particulares del lugar donde fueron escritas y a veces publicadas algunas de ellas.
En todo caso yo no escribo porque no se todavía que pensar de esta cosa que me atormenta de <esos miedos> sobre los que tanto he reflexionado. En la actualidad estoy convencido que yo solo soy un experimentador y, es en ese sentido que imprimo letras para encontrarme yo mismo y, nunca pienso en ello antes de hacerlo.
Para mí la escritura me vino como una necesidad, un deseo de decir. De comunicar, no con la voz sino con las grafías, este es un modo de reafirmar o representar los sonidos, y en especial, me sirvo de las letras o los signos gráficos para representar los sonidos de mis pensamientos.
Por esa razón José Juárez considera que la escritura es un medio y una trampa para sustituir la voz o, mejor dicho: la palabra hablada.
El “signo operatorio a través del cual el narrador se acerca a la eclosión —explosión— de la realidad, a un verbo fino y puro que carece de densidad, de volumen, de despliegue; cuya única función es la de unir lo más rápidamente posible una causa y un fin”. Es en ese sentido, Barthes define a la escritura, “depurada rápidamente de los procedimientos gramaticales que hubiera podido elaborar la subjetividad espontánea del hombre común, y por el contrario dirigida hacia un trabajo de definición”, que funciona, por tanto, como una escritura instrumental.
Todos sabemos que ser escritor significa trazar signos que representen ideas; en tal sentido, la escritura es un modo gráfico típicamente humano de transmitir información con palabras escritas, por lo tanto, podemos decir que es una codificación sistemática mediante signos gráficos que permite registrar con gran precisión el lenguaje hablado por medio de signos visuales regularmente dispuestos y ordenados.
Obviamente en ese sentido toda la escritura es dependiente de las lenguas naturales, tal como lo señaló el propio Aristóteles para quien la escritura está subordinada a la lengua hablada:
“Los sonidos expresados por la voz son los símbolos de los estados del alma y las palabras escritas son los símbolos de las palabras emitidas con la voz”[3].
Como está testimoniado en Mesopotamia, que inicialmente representaban objetos en forma de pictogramas, hasta sistemas más abstractosLa transición de la escritura, según Roland Barthes[4] corre por tres estadíos: primero, como objeto de una mirada (“donde la escritura se separa apenas de su función instrumental y sólo se mira a sí misma”); luego, de un hacer (“la forma se hizo el término último de una fabricación, un significado”); y finalmente, de una destrucción (Mallarmé coronó esta de-construcción, “la aniquilación del lenguaje”), hasta llegar a una ausencia, “el grado cero de la escritura”, es decir, una neutralidad apuntalada en una concreción.

Las trampas de la escritura
Donde el escritor, atribulado por los cambios de su sociedad, intenta dar respuesta a su momento acuñando la problemática de la Forma moderna, en las que dibuja ciertas vías de integración, estallido o de naturalización del lenguaje literario (surrealismo, existencialismo, cubismo, etc.).
Pero José Juárez, como su padre Manuel Mesa Andraca creía que en un país con un alto índice de analfabetismo no se leían libros, pero si podía leer periódicos que estaban a su alcance. Es así como Juárez comenzó a escribir alguna vez en el Gallo Ilustrado del periódico “El Día”. Pero hurgando en el pasado hemos encontrado, de esa época algunos documentos sobre arte publicados en forma de ensayos. Aquí anexamos sólo algunos de ellos.
[1] Foucault, Michel. ¿Qué es un autor? Para Liberia Gandhi. México 2015. p.8.
[2] Juárez, José. Ofrenda. Offset Setenta, S. A. México, 1983
[3] Como está testimoniado en Mesopotamia, que inicialmente representaban objetos en
forma de pictogramas, hasta sistemas más abstractos.
[4] Barthes, Roland (1981). Le grain de la voix [El grano de la voz]. (2005). Y El grado cero
de la escritura. Siglo XXI. ISBN 978-84-323-1210-6.